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CAPÍTULO DIEZ









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                              or aquel entonces, cuando estaban los planes de vivir


                              en comunidad con sus amigos, cuando la agonía del

                              absurdo se asomaba a sus puertas; en Milán, la corte


                  del emperador necesitaba un profesor de retórica y lo pidieron

                  por medio de una carta a Roma. Esa carta fue el medio que


                  llevó a Agustín a la cima del poder y del placer; y también, a la

                  miseria espiritual.




                  Por la influencia de unos amigos maniqueos y la amistad que

                  tenía  con  Símaco,  un  hombre  con  mucho  poder  en  Roma,


                  consiguió ser el candidato idóneo que estaban solicitando en

                  Milán. Sin pensarlo dos veces, como papel arrastrado por el


                  viento,  fue  llevado  hacia  Milán  por  sus  sentimientos.

                  Nuevamente,  cambiaba  de  ciudad,  con  su  corazón  vacío,


                  inquieto por la verdad; pero también, hinchado como un globo








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