Page 119 - Desde los ojos de un fantasma
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—Suerte, Haruki.


               —Lo mismo le deseo yo.






               Al escuchar furtivamente esta llamada (¡que nunca se entere Alves de nuestra
               grosería!) podemos darnos cuenta de que en el mundo no todo estaba perdido:
               aún había quien podía sustraerse a la horrible invasión de los besitos de plástico.
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