Page 149 - Desde los ojos de un fantasma
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clara.
—…
—¡El sombrero! Es cierto… Es que hoy se usa tan poco. Yo tengo varios pero
los cuelgo en un perchero que está a la entrada de la casa. El galán de noche lo
uso nada más para… —Juan Pablo frenó de golpe las palabras y un escalofrió
recorrió su cuerpo al darse cuenta del nuevo despiste que había cometido.
—…
—¡Olvidé mi cazadora en un farol!
—…
—Me la quité para poder cantarle a la señora de la limpieza…
—…
—Qué bueno que le gustó, don Fernando —agradeció Juan Pablo el comentario,
aunque seguía muy alterado por la segura pérdida de la prenda. Sería muy difícil
para una cazadora tan bonita no llamar la atención de la gente que visitaba el
café—. La he perdido —dijo el fadista, lanzando un hondo suspiro.
Fernando Pessoa se limitó a guardar, esta vez, un respetuoso silencio.
De nuevo pasó mucho tiempo.
Tal vez varias, varias horas más.
Los ejecutivos de Smileys & Inc. & Inc. & Inc. & Inc. no aparecían.
La cazadora desolada seguía en el mismo sitio. Cada vez que alguien se
acercaba, la prenda practicaba unos ejercicios de respiración que según los
budistas conducen a la invisibilidad. Serían peras o serían manzanas, pero hasta
ahora el ejercicio le estaba funcionando: nadie la había visto.
París continuaba teniendo el mismo número de estaciones de metro (los
franceses son rápidos para construir pero tampoco son magos).