Page 147 - Desde los ojos de un fantasma
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Juan Pablo se dio cuenta de que aquel sitio era utilizado por Smileys & Inc. &
Inc. & Inc. & Inc. como una bodega para la cafetería. Por todos lados había
costales de café vacíos y piezas del antiguo mobiliario de A Brasileira. Incluso el
letrero, que como un medallón de proa adornaba la entrada del café, había sido
abandonado ahí. Había muy pocos elementos para simular un secuestro
espectacular, así que Juan Pablo decidió recurrir a la imaginación e inventarse
una historia emocionante para contársela a Míster Ex Doble y a Míster Pro
Tercero, personajes que, estaba seguro, no tardarían en aparecer por la bodega.
Lo primero era encontrar una habitación más o menos confortable para sufrir el
encierro. Por obvias razones no podía ser una que tuviera contacto con el
exterior, así que descartó las que daban hacia la plaza.
Frente a la puerta de entrada había un pasillo con tres puertas que Juan Pablo se
decidió a explorar.
Detrás de la primera estaba el baño principal. Lo descartó de inmediato.
La segunda era un minúsculo armario en el que la señora de la limpieza
guardaba escobas y baldes. Descartada también.
Abrió la tercera puerta y se encontró con un pequeño cuarto sin ventanas.
Aunque casi no podía ver el interior, le pareció un lugar ideal para cumplir sus
intenciones. Tardó un rato en encontrar el interruptor de la luz, y cuando al fin
pudo encenderla se llevó una gran sorpresa: no estaría solo durante su cautiverio,
lo acompañaría la metálica figura de Pessoa.
—¿Qué tal, don Fernando? —saludó Juan Pablo.
—…
—Ahora vuelvo —anunció el fadista, y se fue al salón, donde juntó varios
costales con los que fabricó un camastro y lo colocó justo a los pies de la estatua.
Pensó ponerse el esparadrapo, pero desechó la idea porque le impediría hablar en
caso de que la estatua quisiera sostener una conversación. No era un buen plan
mostrarse arisco con la figura que apenas unas horas antes recibía a los
parroquianos de A Brasileira.