Page 155 - Desde los ojos de un fantasma
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hacia el edificio en donde aún debían de estar el fadista y el poeta.


               No le gustaba llegar tarde a clases pero intuía que detrás de todos esos
               acontecimientos se encerraba un gran misterio, así que decidió ir hasta el fondo
               de las cosas.


               Sara estaba buscando la mejor manera de entrar al edificio cuando fue
               sorprendida por la pregunta que le lanzó un hombre con acento extranjero
               vestido con una horripilante camisa de flores multicolores.


               —¿Vienes a ver a Juan Pablo?


               —¿Quién es Juan Pablo? —respondió la pequeña, tratando de confundir a aquel
               personaje.


               —Eres más lista de lo que parece —dijo con ironía el malvado Míster Ex Doble,
               al tiempo que abría la puerta del edificio y señalaba hacia el interior—. Si
               quieres que no le hagamos daño a tu amiguito el fadista es mejor que entres sin
               hacer ningún aspaviento.


               Todo estaba saliendo de acuerdo con lo planeado por los ejecutivos de Smileys:
               Sara había sido atrapada y dentro de muy poco, después de la cita de Ricardo y
               Alves en el locutorio, Míster Pro Tercero podría apoderarse de los dibujos que
               representaban las Ciudades Habladas.


               Míster Ex Doble y Sara subieron al departamento que funcionaba de bodega para
               la cafetería (y de casa de seguridad para la organización de los Smileys). Una
               vez adentro, el malhechor no tardó en encontrar el lugar donde Juan Pablo y la

               estatua de Fernando Pessoa padecían el cautiverio.

               —Veo que Míster Ru hizo un magnífico trabajo —dijo Ex más Ex nada más
               abrir la puerta y encontrarse con el fadista.


               —Un rapto muy bien logrado —respondió Juan Pablo con entusiasmo—. Si los
               secuestros se expusieran en los museos, el mío bien podría adornar las paredes
               del Museo del Chiado.


               En ese momento Sara se dejó ver del otro lado de la puerta y entonces la
               expresión del fadista se descompuso por completo. En un instante llegó del
               desparpajo hasta una furia más que evidente.
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