Page 21 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
P. 21
—¿A mí también podría pasarme un accidente así? —preguntó Lui antes de salir
del cubículo. No iba a hacerlo, porque la señorita Paloma se veía bastante
agotada, pero tampoco quería irse a su casa con esa duda circulando en su
cabeza.
—Creo que sí... Podría, sí. Pero no te preocupes, a ti no tiene por qué pasarte
nada. —La señorita Paloma puso los ojos tristes y una media sonrisa —. De
verdad.
A pesar de que con esta última afirmación la señorita Paloma convirtió la media
sonrisa en una sonrisa completa, Lui siguió tristeando. No tanto porque un
accidente así pudiera pasarle a ella, sino porque le había pasado a Lali, y ella la
extrañaba tanto que hasta le dolía el estómago.
Desde entonces Lui había intentado buscar una abuela para suplir a la suya. Sin
mucho éxito, a decir verdad. Las abuelas casi nunca iban por sus compañeros de
colegio, y tampoco solían figurar en las fiestas. Además, a Lui no la invitaban a
muchas fiestas.
Un día en el parque, en vez de irse a jugar con los demás niños, Lui se sentó en
una banca junto a una anciana.
—¿Es usted la abuelita de alguien? —le preguntó sonriente.
La anciana solamente la miró con recelo, cogió su bolsa de golosinas (que a
juzgar por la masticación debían haber sido chiclosos), se levantó con algo de
trabajo y se alejó a pasitos de allí.
Ahora, por fin, había llegado una abuela al edificio.
—Yo me llamo Jimena, ¿y tú?
—Yo, Luisa. Pero todos me dicen Lui. ¿Dónde está tu abuelita?
—Está arriba en el departamento. Ella es la que les dice a los señores de la
mudanza dónde tienen que acomodar todo.
—Qué bien.