Page 25 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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Que llegó, naturalmente, como llegan todos los fines de semana tarde o

               temprano, y dejó a los papás de Lui sin excusas. No había que hacer tarea ni
               preparar uniformes, y la cobija de Alejandro, a decir verdad, iba bastante
               adelantada.


               —Bueno, ve. Pero a más tardar a las siete te quiero de vuelta, ¿entendido?

               Qué afán de agarrar ese tonito de la nada. Como si ella tuviera la culpa de que la
               abuelita de Jimena mandara pedir una tacita de ron o lo que fuera. Ya les había

               aclarado a sus papás que no había sido Jimena quien se lo tomó.

               Sin embargo a Lui le quedó bien claro que había sido desde esa vez que sus
               papás empezaron a darle largas cuando les decía que iba a jugar con Jimena. Por

               eso tanta tarea, tanto tejido, tan boleados los zapatos todos los días. Ese viernes
               podría ir solo un rato, nada más porque era viernes y porque se había portado
               bien toda la semana.


               Lui tocó en el departamento de Jimena; desde fuera oyó algunos gritos y esperó
               un momento un poco largo a que le abrieran. Fue Jimena, que parecía
               escabullirse mientras la discusión dentro continuaba.


               —Otro lío con el puesto, ¡vámonos!

               Pero no había bajado las muñecas ni la pelota, y Lui no quería ir a su casa por
               juguetes porque sospechaba que su mamá no le iba hacer muy buena cara a

               Jimena. De modo que se sentaron en la puerta del edificio a platicar. Lui
               preguntó el motivo del pleito, pero a Jimena no le dio tiempo de contarle porque
               en ese momento llegó el matrimonio joven que no tenía hijos pero sí pantalla de
               plasma y videojuegos y las invitaron a jugar.


               Cómo iban a decir que no, si ninguna de las dos tenía nada de eso en su casa.


               Esa tarde aprendieron que hay adultos que, aunque tengan trabajos y sueldos y
               estén casados, se siguen comportando como niños. Y también que los
               videojuegos tienen un poder casi mágico para hacer que cuatro horas se pasen
               como media, no como las muñecas o el Operando.


               Pues sí, hay de juegos a juegos.

               Cuando Lui se dio cuenta de que eran más de las nueve, supo que tendría serios
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