Page 24 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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Fue la mamá de Lui quien abrió la puerta. Esta se acercó al ver que era Jimena,
pero resultó que la visita no era para ella.
—Oiga, que dice mi abuelita que si no tiene una taza de ron que le regale. O de
vodka, o de cualquier vino que tenga.
La mamá de Lui se volvió hacia la sala y le echó una mirada de ojos muy
abiertos a su marido. Trastabilló un poco la respuesta, pero acabó yendo a la
parte de abajo de la alacena, escogió una botella a la que le quedaba un cuarto y
se la dio a Jimena.
Jimena se fue y los papás de Lui, antes de ponerse a platicar, la mandaron a su
cuarto. Ella dejó un poquito abierto y asomó la oreja. Cuando oyó frases como
“La pobre niña”, “Qué clase de vecinos son esos” o “A ver si vamos haciendo
que Lui se aleje de esa familia”, le dio un escalofrío y mejor cerró la puerta y se
metió en su cama.
Hay de pedidos a pedidos; aparentemente no era igual pedir una taza de azúcar
que una de ron.
El domingo siguiente Lui no bajó después del desayuno. No la dejaron. Esa
semana su mamá la enseñó a tejer; le entró de repente la idea de que a Alejandro
le faltaban cobijas, y Lui pudo salir muy poco, solo subir a la jaula a revisar la
sequedad de la ropa o bajar a recoger el portafolio de su papá, que se había
quedado en el coche. Una de esas veces se topó con Jimena en el descanso de la
escalera y platicaron un poco.
—Oye, el vino que nos fuiste a pedir la otra vez, ¿te lo tomaste tú?
—No, mensa, cómo crees. Era para mi abuelita.
—Ah.
—¿Vamos a jugar?
—No puedo. Estoy aprendiendo a tejer.
—Qué raro —dijo Jimena y se encogió de hombros—. Bueno, ya será el fin de
semana.