Page 37 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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raspados, todos menos Nacho, que como soy ciego, general y mitad dios, ordené

               cuanto tenía que hacerse, pero eso sí, sin moverme de mi puesto.

               Y no hubo regaños.


               En este instante, lo sé, debí haber imaginado que algo muy grave iba a pasar
               cuando nadie me regañó. Al contrario, de hecho, todo sucedió muy al contrario
               de como tenía que haber sucedido.


               —Me pusiste a pensar, a pensar mucho, ahijado. Y todo este asunto de los
               derechos de los niños me hizo descubrir que no te estamos dando todo lo que
               necesitas —anunció mi padrino.


               —Es lo que yo he siempre he dicho —contesté.


               —Necesitas ser independiente, un niño como todos. Para acabar pronto, te hace
               falta algo para terminar de ser parte activa de esta sociedad.


               —¿Qué? —pregunté con algo de sospecha.


               —Un perro guía. Perra, para ser exactos. Ya le tengo echado el ojo a una
               preciosidad.


               ¡Por supuesto! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Tener un perro asesino
               que me protegiera de los malos y amedrentara a los buenos era lo único que me
               hacía falta. Ya era el consentido, ya era el líder, ya nadie me contradecía, ¡era
               momento de dar el siguiente paso!


               —Pues va a ser tuya si me prometes una cosa —me pidió el padrino, y aunque
               soy ciego, ahora me imagino clarito la sonrisa de triunfo que se le formó debajo
               del bigote.


               —¡Lo que sea! —Marqué mi suerte al decir aquello.


               —Tienes que obedecerla en todo, noche y día, los siete días de la semana.


               —Claro que sí.

               —¿Lo juras?
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