Page 58 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
P. 58
Aunque siempre había asideros sólidos a la mano y la vegetación no le impedía
avanzar, la rama del niño estaba muy lejos del suelo y Caterina se demoró en
alcanzarla. Nunca antes había trepado tan arriba ni visto tan de cerca los colores
encendidos de los periquitos, su mochila se veía como una diminuta mancha azul
y roja junto a la base del tronco.
El niño se había sentado y la esperaba sumido en un silencio lleno de
preocupación. Caterina se percató hasta entonces de lo raro que era su atuendo:
en la cabeza llevaba un gorro de fieltro con dos orejeras a cuadros que colgaban
a los lados, una camiseta azul cielo con un maltratado número siete en el pecho,
gruesos guantes de soldador, pantalones cortos y en los pies sin calcetines unas
peludas y viejas pantuflas que imitaban las patas de un oso.
Aunque todavía no recuperaba el aliento perdido en la subida, Caterina se sentó
enfrente tratando de lucir lo más severa posible.
—¿Me vas a decir para qué subiste hasta acá?
Por un momento el rostro del muchacho se iluminó.
—Estaba a punto de... —Su rostro volvió a ensombrecerse—. En fin, si es tu
árbol ya no creo que sirva de nada.
—Mmmh. Mira, si me cuentas todo, pero todito, puede que te firme un permiso.
—¿En serio? Pues estoy construyendo algo —dijo en tono de conspiración.
—¿Qué? ¡Dime!
— Bueno... Una casa.
¡Construir una casa de madera en un árbol! Eso era algo que Caterina siempre
había soñado hacer. Su envidia se volvió efervescente a borbotones.
—Tendré que checarla —dijo recobrando su aire severo—. No sé si sabrás que
soy una especie de inspectora de casas de árbol...
El niño parecía resignado.
Caterina lo siguió por una rama muy ancha hasta un hueco en el tronco que