Page 61 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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—No me vayas a salir con que no tienes nombre. Todo mundo tiene nombre.
—¡Claro que tengo nombre! —se apuró a contestar algo ofendido—. Solo que el
mío es uno de esos otros nombres, ¿me entiendes?
—¿Uno difícil de pronunciar?
En realidad Caterina pensó: “¿Un nombre muy feo?”, pero no lo dijo por ser
amable.
—No, aunque puede que sí.
—¿Uno extranjero, lleno de consonantes e imposible de deletrear?
El niño negó con la cabeza.
¿Entonces de cuál otro tipo de nombre? —gritó ya francamente desesperada.
—Uno de esos. Del tipo escurridizo.
—No entiendo nada.
—En realidad he estado a punto de tener un montón de nombres, pero al final
nunca se decide.
—¿No se decide quién? ¿Tu mamá? ¿Me estás diciendo que nunca te puso un
nombre?
El niño se encogió de hombros.
—¡No! ¡Mi nombre es el indeciso! Es como si fuera una cerradura que no ha
encontrado la llave que pueda abrirla. Como un chorro de agua que en lugar de
tomar la forma de una jarra la hiciera estallar en mil pedazos. Hasta ahora no le
ha gustado ninguna combinación de letras para adoptarla definitivamente, pero
está ahí, puedo sentirlo, siempre cambiando de forma, siempre moviéndose.
—¿Tu nombre cambia? ¿Quieres decirme que ahora mismo se está
transformando?
—¡Todo el tiempo! A veces, de un cambio a otro, le gusta algo y entonces ajusta
la cola, vibra como un cascabel y parece que va a quedarse quieto. Pero eso