Page 64 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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—A la misma hora.
Sin pensarlo, Caterina se había adjudicado la misión de ayudar a este niño que
navegaba como un náufrago en un mar de nombres sin encontrar asidero. Tenía
que encontrarle uno, y fijarlo pronto, antes de que volviera a borrarse como una
figura geométrica en un caleidoscopio girando a toda velocidad.
Esa noche Caterina reflexionó mucho sobre su propio nombre. En la cena hizo
muchas preguntas a sus papás, y para la mañana tenía pensado su primer plan de
acción.
A la salida de la escuela encontró al niño en el mismo lugar y le pidió que se
reuniera con ella en el suelo. Le sorprendió la agilidad con que se deslizaba por
las ramas a pesar de llevar las pantuflas de oso falso y los guantes de soldador.
En el metro, al niño del gorro parecía divertirle absolutamente todo. Los
pasajeros, los vendedores, el color de los asientos. Era como si lo viera todo por
primera vez. Saltaba por los asientos vacíos, escalaba por los barandales y se
deslizaba por los tubos como un bombero. La gente también lo miraba con ojos
desorbitados y llenos de desaprobación. Al salir a la calle Caterina tuvo que
impedir más de una vez que fuera atropellado por un coche al cruzar
imprudentemente la avenida.
Se detuvieron frente a un edificio; parecía un gran cubo de cemento con muchas
ventanas diminutas equidistantes y un gran letrero que anunciaba: REGISTRO
CIVIL. Al entrar, sus pisadas resonaron en el mármol verde del piso. En el
interior hacía frío. Detrás del mostrador de la recepción, un hombre enorme, con
sombrero y sin sonrisa, leía un periódico. Caterina leyó un cartel con letras rojas
que decía: EN CASO DE AUSENCIA DEL VIGILANTE, FAVOR DE TOCAR
EL TIMBRE.
—Buenas tardes —saludó educadamente Caterina.
Sin levantar la cabeza, el del sombrero sacudió la cabeza, chasqueó con la
lengua y señaló el cartel.
—El letrero. ¿Qué dice? —soltó con una voz ronca.