Page 67 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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El hombre gordo que los recibió, como derretido hacia los costados de su sillón
de cuero, no tenía el menor rastro de cejas. Sus ojos eran como los de un
cochinillo y con ellos seguía los folios que una secretaria iba haciendo desfilar
por el escritorio, en los que él estampaba brutalmente un sello a la velocidad de
una máquina. Sobre todos los muebles y sobre su saco, se repetía la cifra: 0001.
—¿Acta de nacimiento? ¿De matrimonio? ¿Constancia de parto?
Caterina y el niño negaron al mismo tiempo con la cabeza.
—¿Constancia de inexistencia de nacimiento? ¿Residencia? ¿Cartilla de
Vacunación?
—Me parece que no cuentan con ninguno de esos documentos, señor —dijo el
de los lentes.
—Queremos un nombre y ya. No veo para qué se necesitan tantos papeles.
—¿Asunto? —repitió el hombre, como si no hubiera oído bien.
—¡Un nombre! Solo un nombre, ¿es tan difícil de entender?
—Ah, no, tiene que ser un nombre formidable —aclaró el niño.
—Al parecer está medio difícil, pero ustedes son expertos. Ese es su trabajo,
¿no? Escojan uno que le quede bien a él. ¿De qué le ven cara? —Caterina le dio
la vuelta al niño para que los funcionarios se inspiraran.
El director empezó a tartamudear. Se veía que la cólera comenzaba a subirle por
las patillas, y habría seguido por las cejas de haberlas tenido.
—¡Fuera! ¡Prisa! ¡Trabajo!
—Pero... —dijeron los niños
—Disculpe señor —dijo el funcionario...
Y antes de que pudieran pronunciar otra palabra, la secretaria los empujó al
ascensor. Cuando las puertas se cerraron aún resonaban los gritos.
De bajada, el funcionario 001456 les dijo en un tono que tenía algo de