Page 62 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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nunca dura más que unos segundos. Hace un rato, mientras veía a los periquitos,
pensé que casi lo tenía, pero a los cinco minutos había estirado las patas, torcido
los ojos, barrido las enes y de casi ser Joaquín había pasado casi a ser Roberto.
Entonces las erres se desprendieron como hojas secas y había pasado casi a Beto,
luego casi a Bo... Al final volvió a quedar en nada.
Caterina entendió que decía la verdad. Imaginó los candidatos de nombre de ese
niño hundiéndose en el mar como montones de barcos de papel mojado. No
pudo contener una mirada de compasión. Al sentirla encima, el otro tiró de las
orejeras de su gorro y se puso rojo.
—Bueno, en realidad no es tan malo como crees. Cuando quiere puede ser el
nombre más divertido del mundo. De hecho, pensándolo bien, me alegro que
nunca se haya quedado quieto, así puedo tener la impresión de tener muchos
nombres, todos los nombres posibles, solo para mí. En cambio, por ejemplo, tú
solo tienes uno. ¡Qué aburrido debe de ser!
—¡Nadie tiene muchos nombres! —Eso no era estrictamente cierto. Caterina
tenía una tía cuyo nombre era Úrsula Beatriz Matilde Concepción Aurora Boreal
Cora Ángela Susana Del Rincón Izquierdo, pero no era momento de traerlo a
cuento a la conversación.
—¡Y tú no tienes ninguno! Eso es terrible.
El niño no se daba cuenta de la gravedad de la situación.
—Tampoco puede ser tan importante...
—¡Cómo que no! ¡Necesitas un nombre para todo! Para sacar un pasaporte.
¡Para vacunarte! Para ir a la escuela, por ejemplo, tienes que registrarte primero,
luego pasar lista y decir presente cuando escuchas tu nombre. ¡¿Cómo vas a
firmar tus cuadros si te vuelves un pintor famoso?! ¡La gente se acordará de ti
como “El niño del gorro ridículo” o “El niño de las pantuflas”! ¡Sin tu nombre
pronto todos se olvidarán de ti! ¿Te das cuenta? La gente empezará a llamarte
por apodos escandalosos a la menor provocación. El “Avechucho”, el “Rarito”...
No quieres eso, créeme. Si tuvieras un nombre, un solo nombre verdadero, la
gente se acordaría de tu cumpleaños, podrían reconocerte entre toda una multitud
y decir, por ejemplo, este —Caterina tocó el tronco— es el árbol de Alejandro.
La cara del niño se iluminó. Este último argumento pareció convencerlo por