Page 65 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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—Dice: “En caso de ausencia del vigilante, favor de tocar el timbre”.
—Y entonces, ¿por qué no toca el timbre? Es un precioso timbre nuevo. ¿Por
qué nadie quiere tocarlo?
—Porque dice: “En caso de ausencia del vigilante”.
—Sepa que yo no soy el vigilante. Soy el portero.
Caterina iba a protestar, pero prefirió no empeorar las cosas y tocó el timbre.
Instantáneamente, la voz del hombre cambió y se volvió dulce y melosa.
—Buenos días, señorita. ¿En qué puedo servirle?
—Venimos por un nombre. Para él.
—¡Para mí! Un nombre reluciente solo para mí —exclamó excitado el niño.
El empleado reaccionó como si fuera una computadora y no pudiera procesar un
programa extraño.
—¿Registro de nacimiento o de defunción? —Carraspeó mecánicamente.
Caterina le susurró a su amigo.
—¡Estos tipos ya quieren enterrarte! —Luego volvió a dirigirse al hombretón—.
Suponemos que es de nacimiento.
El funcionario respiró aliviado.
—En tal caso, hagan el favor de seguirme.
El hombre era tan grande que todo el tiempo Caterina y el Niño habían creído
que estaba de pie, pero de pronto se levantó de su silla, los condujo hasta el
ascensor y presionó el 5. El elevador se puso en marcha. Al abrirse las puertas
sonó otro timbre, y Caterina y el niño entraron en una sala repleta de cientos de
escritorios diminutos en donde cientos de hombres y mujeres garrapateaban
encorvados sobre sus máquinas de escribir.
El guardia se dirigió a un hombre de lentes que masticaba chicle sin dejar nunca
de escribir y le susurró algo al oído. Luego volvió al ascensor sin pronunciar