Page 59 - Cuentos del derecho… y del revés. Historias sobre los derechos de los niños
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parecía la cabeza de una cuchara. En su interior, dispuestas en círculos, yacían

               decenas de hojas redondas, varitas y cientos de plumas verdes y azules, además
               de muchas otras cosas que cubrían los filos de la corteza y formaban un
               estupendo colchón.


               —¡Esto no es una casa de árbol! Las casas de árbol son de madera, de lámina o
               de cartón, ¡pero no son así!

               —Es lo que los pájaros estaban haciendo.


               —Tú no eres un pájaro. Eres un niño.


               —¡Ah, tampoco hay tanta diferencia!


               —¿Y duermes aquí?


               El niño asintió y Caterina suspiró. Esperaba que al menos pudiera ver la
               diferencia en cuanto a volar.


               —¿Entonces, tú eres Luz? —preguntó él de pronto.


               —¿Luz? ¿Yo? No. ¿Por qué?

               Por primera vez, los ojos del niño se entornaron con desconfianza.


               —Este árbol pertenece a Luz. Vi el nombre grabado en la base del tronco.
               Primero pensé que el árbol se llamaba así (y le quedaba bien el nombre, porque

               la luz alcanza a todas las hojas, ¿ves?), pero luego me di cuenta de que el dueño
               lo había marcado para indicar su propiedad. Soy muy listo, ¿sabes?

               Caterina recordó entonces el corazón con el nombre y la flecha atravesada que

               algún cursi enamorado había grabado en la corteza con una navaja. Aquella
               inscripción estaba allí desde antes de que ella naciera. Este era ciertamente un
               niño muy extraño.


               Caterina le explicó lo que significaba el nombre grabado. El niño parecía muy
               impresionado por la noticia.

               —Me llamo Caterina, por cierto —dijo ofreciéndole una mano y sonriendo.
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