Page 74 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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Nada es que no pueda ser… Nada es que no pueda ser… Estas palabras
               expresadas por Daniel ayer por la noche, cuando le dije que el único fantasma
               en esta historia era yo, no dejan de revolotearme en la cabeza (y ya sabemos
               que cuando algo revolotea en la cabeza de un fantasma hay que andarse con

               cuidado).

               ¿Qué habrá querido decir? Me suena como un “Ya lo veremos” disfrazado.
               Como la expresión de un deseo que el pequeño sabe que habrá de cumplirse. O

               tal vez nada más estoy loqueando. Todo un enigma aquello de Nada es que no
               pueda ser…

               Ésta fue una de las muchas reflexiones que hice debajo de la cuna del pequeño.

               Pasé todo ese día en mi escondite. Tres veces pude ver los pies de Luisa al entrar
               al cuarto para darle de comer al niño. Tres veces escuché la ceremonia del
               eructo. Tres veces olí los pañales que le cambiaron a Daniel. Empezaba a
               aburrirme del encierro cuando cerca de las ocho de la noche llegó Javier de la
               oficina. Comenzó el ritual de cargar al niño y de contar sus historias oficinescas:


               —Los indicadores de mi cansancio empiezan a mostrar un tímido repunte. Hoy
               fue un día muy pesado.


               —¡Pobrecito! —lo consoló Luisa.

               —No hubo ninguna cuenta por pagar.


               —¡Qué tristeza!


               —Las negociaciones con Tornillera Fundidora están estancadas.


               —¡Qué pena!


               —Y además percibo un ligero incremento en la enfermedad.


               —¿Cuál enfermedad? —cuestionó Luisa sorprendida.


               —Yo tengo algo…

               —¿Pero qué?
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