Page 111 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
P. 111
maravillosa soltura, rodearon con interés a Armandito y lo empezaron a revisar.
—Miren, tiene branquias —dijo el primo Felipe, que estaba completamente
cubierto de escamas negras.
—Qué envidia —suspiró Berta, a la que le sobresalían pequeñas púas en la
espalda—. De seguro puedes respirar bajo el agua, ¿verdad?
—¿También resistes el fuego como las salamandras? —le preguntó el primo
Sebastián sacando una lengua bífida.
—¿Viste a mis papás? —preguntó Cristina, estaba tan delgada como una
lagartija—. ¿Me mandaron algún regalo?
—Ya basta —los interrumpió la abuela Petra—. Luego lo entrevistan. Armando
viene muy cansado y debe de tener mucha hambre.
En unos minutos la abuela preparó un banquete con pescado podrido como
platillo principal. Extrañamente, en esta ocasión a Armandito le resultó
delicioso. Tal vez no se la pasaría tan mal como imaginó, aunque había algo que
no le convencía y aprovechó que estaban todos juntos para preguntar:
—¿A ustedes les parece justo que estemos encerrados?
—Estamos protegidos —corrigió el primo Felipe, saboreando unos sabrosos ojos
de huachinango—. Aquí nadie se burla de mis escamas, ni de las púas de
Rosario o de las aletas de Berta.
—Pero… ¿no extrañan su vida de antes?
—A veces —reconoció el primo Sebastián bebiendo agua a lengüetazos—. Al
principio sientes muy feo saber que eres… pues… así. Y duele despedirte de tu
vida anterior… pero luego te acostumbras. Este es el mejor sitio para nosotros.
—Además estamos en familia —dijo Berta moviendo alegremente sus aletas—.
Y aprendemos muchas cosas.
—La abuela nos da clases —sonrió Cristina mientras comía un par de moscas
(estaba a régimen).