Page 65 - Llaves a otros mundos
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—¿O sea que pago el baño con mugre? —preguntó.


               —A-sí-es-se-ño-ri-ta-A-na-la-mu-gre-de-nues-trosclien-tes-es-com-pri-mi-da-y-
               vuel-ta-e-ner-gí-a —y se abrió una compuerta de su pecho, donde se veía una
               especie de batería compuesta por pelos, polvo y mugre de ombligo. Olía bastante

               mal.

               Ana solo pudo decir:


               —De nada. Cuando quieran —y caminó hacia la puerta de salida.


               Detrás de la puerta Ana esperaba toparse con cualquier mundo increíble. Se
               imaginaba aparecer en un acuario lleno de corales multicolores, o llegar a un
               mundo de puros espejos o uno donde hubiera puros balones de volibol.


               Pero se encontró con que estaba abriendo la puerta de un salón. Del salón de
               clases de su nueva escuela. Ella tenía puesto un uniforme nuevo: falda tableada
               color gris, blusa blanca con detalles color rojo y zapatos aburridos.


               —Bueno, ¿vas a pasar o no? —preguntó el profesor. A Ana le costó trabajo
               ubicarse. Apenas si reconoció al maestro y a sus nuevos compañeros. Pasó al
               salón y se sentó en el único lugar disponible.


               —Como les iba diciendo, las plagas del siglo XVII en Europa fueron
               devastadoras —el maestro retomó su clase señalando puntos en un mapa sobre el
               pizarrón.


               Ana miraba a su alrededor. Algunos tomaban nota, otros platicaban y unos más
               se mandaban mensajes por celular. Ella recordó su propio aparato tecnológico y
               lo buscó en su asiento.


               La computadora no estaba. Y la llave, número Trece, no aparecía por ningún
               lado. A su lado había una mochila, parecida a la suya. No, ¡sí era la suya! Ana la
               abrió y revisó su contenido: libros, libretas, bolígrafos… ¡y celular!


               «¡Estoy bien!», le escribió rápidamente a Brenda. Después revisó sus mensajes
               enviados y recibidos: era una conversación fluida con su mejor amiga. Pero ella
               no la recordaba.


               «No pasa nada, pronto nos veremos. TQ», «¡Órale, esa maestra debe ser peor
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