Page 64 - Llaves a otros mundos
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—Bue-nas-tar-des —la ignoró—. Por-fa-vor-ingre-se-su-nom-bre.


               —Ana.


               —Se-ño-ri-ta A-na-de-po-si-te-sus-per-te-nencias-en-el-com-par-ti-men-to.


               Y de su cuerpo sacó una caja de metal. Ana confió en él, se quitó la ropa y la
               metió en la cajita.


               —Sus-per-te-nen-cias-por-el-pa-si-llo-de-re-cho, su-per-so-na-por-el pa-si-llo-iz-
               quier-do.


               Ana lo obedeció. El robot se llevó las cosas por el otro pasillo. De pronto, el
               camino de Ana se volvió una resbaladilla. Ana cayó rápidamente por diez,
               veinte, cuarenta metros. No pudo evitar soltar un grito antes de caer en una
               alberca poco profunda.


               El agua estaba helada. Ana temblaba, pero el frío le duró poco pues la alberca
               comenzó a girar rápidamente. Después, de un orificio en lo alto de la alberca
               cayó nieve azul. Ana tomó un copo y lo olió. «Jabón», pensó. «Estoy en una
               lava…»


               No pudo terminar la frase porque las vueltas fueron más y más violentas. Iba de
               arriba para abajo, de izquierda a derecha. Estaba toda llena de espuma. Después
               de un rato, la intensidad disminuyó y el agua se fue. Ana, convertida en una
               estatua de espuma, pensó: «Supongo que ahora sigue el enjuague».


               Y tal cual. Del techo cayó una cascada de agua más fría aún, que la limpió por
               completo.


               Cuando el agua se fue, el piso donde estaba parada se venció, tirándola a otro
               tobogán. Pero este tenía ventiladores, así que se iba secando mientras bajaba.
               Cayó en un montón de toallas. Agarró una y se terminó de secar. Pronto llegaron
               sus cosas. La ropa estaba como nueva. La computadora y las semillas no solo
               estaban a salvo, sino que parecía que las hubieran pulido y perfumado.


               El robot esperó a que Ana se vistiera por completo y le dijo:


               —Gra-cias-por-su-mu-gre-vuel-va-pron-to.
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