Page 27 - El valle de los Cocuyos
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—Tal vez —respondió el Pajarero, como perdido en una ensoñación.
El viejo se retiró al fondo de la cueva y Jerónimo volvió a su casa. Una vez allí,
contó a Anastasia lo que acababa de pasarle y le mostró el regalo del Pajarero.
—¡Ay!, muchacho, en verdad debes ser el hijo del valle, porque el Pajarero
Perdido no se le aparece a cualquiera —dijo Anastasia con la vista fija en la
inmensidad del valle iluminado.
—El Pajarero Perdido es hijo de las aves —dijo el niño quedamente.
—Si tú lo dices, debe ser cierto. Siempre adivinas el origen de las personas —
dijo Anastasia.
—Pero jamás el mío —dijo el niño con dolor.
Anastasia guardó silencio.
—Quiero ayudar al Pajarero a encontrar los alcaravanes —dijo Jerónimo—.
¿Podré, Anastasia?
—Si tu corazón lo desea, seguramente podrás —respondió la vieja mientras
mascaba tabaco y miraba el espejo tembloroso que era el valle en la noche.