Page 29 - El valle de los Cocuyos
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Metió los pies en el agua mientras reflexionaba en la posibilidad de que también
               la historia del valle estuviera escrita en los lomos de las tortugas.






               —Y la mía, mi propia historia también —dijo el niño en voz alta.






               Se puso a caminar luego entre las tortugas inmóviles, mirándolas, pero sin
               detenerse en ninguna, y recordó de pronto las palabras del Pajarero Perdido:
               “Uno ve las cosas cuando debe verlas”. Esta frase lo tranquilizó e hizo nacer en
               su corazón una secreta esperanza.






               Al llegar a su rancho, Anastasia le contó que había soñado con los alcaravanes
               del Pajarero Perdido.





               —Vi caer sobre ellos gotas de sangre —contó la vieja.






               —¿Es un mal sueño, Anastasia? —preguntó el niño.






               —Sí, es un mal sueño —respondió Anastasia preocupada.






               —¿Crees que debo advertir al Pajarero Perdido? —preguntó Jerónimo.






               —Quizás él ya lo sabe —dijo la vieja misteriosamente.
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