Page 33 - El valle de los Cocuyos
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Aquella noche, Jerónimo fue a la cueva a buscar al Pajarero Perdido. Volvió a
encontrar el lugar rodeado de cocuyos felices.
“Los cocuyos quieren al Pajarero Perdido”, pensó el niño.
Encontró al viejo recostado en el suelo, con los ojos cerrados. Sus manos
nudosas acariciaban dos plumas rojas de las que salía el polvillo rojo dorado.
—¿Dónde encontraste la otra pluma, Pajarero Perdido? —preguntó Jerónimo.
Sin abrir los ojos, el viejo dijo:
—Al final del Valle, cerca de las montañas Azules. Es la primera que encuentro
desde que empecé mi búsqueda hace tantos años.
—Anastasia soñó con tus alcaravanes, dice que fue un mal sueño —dijo
Jerónimo un poco nervioso.
—La vieja Anastasia debe tener razón, es raro que se equivoque, muchacho —
dijo el Pajarero.
—Tal vez debamos ir a las montañas Azules a hablar con Silbo Brumoso. Él
debe saber algo sobre los alcaravanes —propuso Jerónimo a su amigo.