Page 43 - El valle de los Cocuyos
P. 43
Se durmieron al arrullo de la música del cuidandero de las montañas.
Jerónimo vio en sueños a un hombre más bien bajo, rodeado de una neblina azul
y vestido con un curioso traje también azul que parecía hecho de la misma
neblina. Correteaba de un árbol a otro silbando hermosas melodías.
—¿Eres, acaso, Silbo Brumoso? —preguntó el niño.
El hombrecito no respondió, y fue desvaneciéndose en la neblina que lo rodeaba
y solo quedó la música flotando entre los árboles dormidos.
Cuando Jerónimo se despertó, la mañana resplandecía; pájaros de innumerables
colores partían en bandadas de las montañas Azules a distintos lugares; parecían
flores desperdigadas en el espacio.
—Son los mensajeros de Silbo Brumoso —dijo a su lado la voz del invisible
Pajarero.
—¿Mensajeros? —preguntó el niño.
—Sí, mensajeros de alegría —respondió el Pajarero Perdido.
—Pero Silbo Brumoso no parece muy alegre —replicó Jerónimo.