Page 111 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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su mano, a cualquier costo, y librarla así de la terrible maldición que pesa sobre
ella. Pero ¿podría el rey sacar el corazón de la reina de su pecho y dárselo a su
propia hija para lanzarlo a las llamas del fuego que usted llama indescifrable?
¿No piensa que, de cualquier modo, eso condenaría a la princesa,
inexorablemente, a una infelicidad eterna? Aunque no sabemos si los alcances de
la poderosa magia de Rigardo podrían condenarla a un destino mucho peor.
¿Podría su majestad pensar acaso en uno?
—¡No juegues conmigo! —se escuchó gritar al rey al tiempo que un mueble,
posiblemente la silla sobre la que estaba sentado, golpeaba de lleno el piso de
madera.
—Calma, noble rey. Este comportamiento dista mucho del que podría esperarse
de quien está a muy poco de emparentar con la familia más notable de nuestro
mundo. Aunque, es cierto, no debemos olvidar que podría ser a un precio alto.
—Termina de una vez —dijo el rey con voz áspera y entrecortada, como si lo
ahogara un inmenso dolor.
—De acuerdo. Repito que es una lástima que mis visitas no quieran quedarse
más tiempo. No hay nada que pueda hacer al respecto, siempre se van, aunque
muy seguido regresan con nuevas preguntas. Lo curioso es que la mayoría de las
veces las respuestas estuvieron siempre frente a sus ojos, pero qué puedo decir,
así son los humanos.
”Estábamos en el corazón del ser más amado de la princesa. Como le dije, el
ave mágica me contó que la princesa Anjana y el Príncipe Verde hacen una
hermosa pareja, pero nadie, salvo la propia niña, en lo más profundo de su ser,
puede indicar quién es su gran amor. Ni siquiera yo lo sé y tan sólo prometí dar
aquello que yo supiera para permitirle comprender el acertijo de Rigardo.
”Lo que me lleva al fuego, ese fuego inconcebible que se alimenta del temor de
este reino. En uno de estos libros a mis espaldas, leí una vez un capítulo acerca
de un huevo de los hijos perdidos del sol. Un huevo solitario que cayó en un sitio
olvidado de nuestro reino y que, sin embargo, algunos recuerdan.
—¿Un dragón? —preguntó el rey con incredulidad—. No queda ninguno en
nuestro mundo. El Príncipe Valiente los persiguió y mató hasta obligar a la
última manada a irse hace muchos años, tal vez más de un siglo.