Page 110 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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—Insisto: es una pena que mis invitados se muestren siempre tas ansiosos. ¿Ve

               todos estos libros? En ellos podría encontrar tantas respuestas… Más de un
               hombre ha pensado en empuñar su espada contra mi cabeza y llevárselos para
               hallar la solución a muchos acertijos de nuestro mundo, pero saben que hacerlo
               podría acarrear consecuencias peores que la muerte.


               —Dime cómo encontrar ese fuego —exigió de nuevo el rey.

               —Una piedra tan pequeña… hermosa, pero pequeña, parece ahora un precio

               bajo para la información solicitada —dijo el elfo—. Es tanto lo que necesita
               saber…

               —Hicimos un trato —espetó el rey.


               —Y lo cumpliré, su majestad. Simplemente hacía un comentario al aire. Hace
               unos años vi el tamaño y belleza de la gema que porta en su índice el Príncipe
               Encantador; su belleza sólo es superada por la que fue dada a su hijo, el Príncipe

               Azul, una aguamarina que bien podría opacar, ante los rayos del sol, como los
               que antes lucía su esposa en el cabello, a las estrellas del sur. Por cierto, se dice
               que su majestad, la reina Emilia, no parece encontrarse muy bien en fechas
               recientes. Mucho se rumora que necesita grandes cantidades de poción de la
               felicidad para controlar sus nervios; mientras que todo lo contrario se dice de la
               Bondadosa Reina, esposa del Príncipe Encantador, quien desde hace algunos
               años luce un cabello que parece brillar como el sol.


               ”Pero claro, por el bosque corren tantos chismes como espectros, y también
               algunas criaturas que, habiendo dejado de serlo, deciden continuar morando
               aquí, como el mago oscuro Rigardo. Lo que me recuerda su pregunta inicial. No
               desespere, majestad, daré las respuestas prometidas a cambio de esta bella
               piedra. En cuanto al tan sonado tema del encantamiento de Rigardo, como le
               decía, no debería dar por hecho que el amor se refiere a uno romántico. ¿Nunca
               ha cruzado por su cabeza la idea de que su alteza real, la princesa Anjana, ame
               a uno de sus padres más que a nada en el mundo? Después de todo, los ve cada
               día y ustedes han cuidado de ella lo mejor que han podido.


               —Eso quiere decir que… —dijo el rey, con voz temblorosa.


               —Eso no quiere decir nada, majestad, es sólo una pregunta que le hago para
               saber si usted ha sopesado todas las posibilidades. Al llegar me dijo que su
               intención era dar con el corazón del ser más amado por su hija para ponerlo en
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