Page 106 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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pena que la reina hubiera dejado de cantar al volverse madre, pues muchos
extrañaban su melodiosa voz cuando paseaba por los jardines de palacio.
Por mi parte, gracias a un lagarto encantado —que en realidad era un príncipe
a quien habían dejado en su forma de reptil después de que el príncipe que fue
convertido en sapo se quedó con el papel protagónico de un cuento—, me enteré
de que Rigardo era muy respetado entre algunos entes de magia mística pues, a
pesar de ser un mago oscuro, siempre obedecía los tratados de acatamiento y
colaboración mágica, como el cese de guerras y encantamientos en invierno, o
el no ataque a criaturas del equilibrio, y jamás había levantado un solo hechizo
que perjudicara a los seres de nuestro bosque, lo cual me dio cierta
tranquilidad.
Pese al tiempo, que corría con rapidez, tanto Anjana, cada vez más sesuda,
como yo, nos sentíamos seguros de estar haciendo lo correcto.
Una dama de palacio, quien ahora formaba parte de su corte personal, le habló
un poco del trágico día en que fue dotada de un misterioso don por su Hada
Madrina, el mismo día en que Rigardo la maldijo. Lo extraño es que nadie sabía
cuál era ese maravilloso don otorgado por el hada. Para decepción de su
pueblo, según creía, estaba claro que no había sido la belleza deslumbrante, ni
la gracia sublime ni la hermosa voz de las aves ni un cabello como el sol. Nada
de lo que típicamente se da a una princesa, sobre todo a aquella que se
convertiría en la esposa del más famoso de los príncipes. Yo no comprendía que
alguien pudiera no considerarla la más bella de todas las princesas y no
princesas, pues, para mí, año con año, con cada nueva peca, era más hermosa.
Recuerdo que en su cumpleaños número diez, después de que averiguara que,
cuando cumpliera quince años, Emisario comenzaría con los preparativos para
la boda, acordamos que el “plan maestro” debería estar listo, como máximo,
para su cumpleaños catorce. La llamada “operación princesa tras sus sueños”
no tenía mucha estructura, pero sí las mejores intenciones de ambos, y el
genuino deseo de cambiar el destino.
Durante nuestros encuentros, en los que también aprovechaba para mostrarle
las maravillas del Bosque de los Personajes Olvidados, como el Valle de los
Unicornios, el claro de flores donde habitaban las hadas del verano o la
Cascada de los Peces Voladores, lo que más nos ocupaba era descifrar las
palabras de Rigardo: