Page 104 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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un precio. En todo el castillo sólo hay un libro que narra parte de la historia de la

               magia; mamá me confesó que su costo resultó tan terrible para papá que prefería
               que nunca lo supiera.

               —Entonces haz caso a tu mamá y no preguntes más. Confórmate con tomar esto

               como mi regalo, querida princesa —le dije.

               La verdad es que había extrañado mucho mi esmeralda luego de dársela al elfo,
               pero cumplir mi promesa lo valía, y un anillo no hacía a un príncipe más o

               menos príncipe o, al menos, me aferré a esa idea cuando se lo entregué. Y de
               poco o nada me servía tal posesión en medio de mi apenas borrosa existencia.

               —Gracias, Príncipe Verde —me respondió haciendo una reverencia.


               —¿Príncipe Verde? Dijiste que llamabas a los amigos por su nombre.


               —Tú acabas de llamarme princesa.


               A esa niña no se le escapaban los detalles. Su rostro denotaba una angustia
               disimulada en sus facciones infantiles.


               Tardé varias horas en convencerla de que, para acercarse a un mago de tal
               calibre, debía estar segura de los argumentos para solicitar su ayuda y tener la
               certeza de que no sería víctima de las protecciones que rodeaban su fortaleza.
               Me resultaba imposible imaginar la culpa con que viviría si, por mi
               imprudencia, la historia de una nueva princesa del Mundo de los Cuentos de
               Hadas se viera truncada. Debo confesar que aún albergaba cierta esperanza de
               que aquel encuentro con Anjana me permitiera obtener una identidad dentro del

               mundo literario, y así vivir una existencia plena.

               Cada vez que pensaba en Anjana venían a mi mente las palabras que mi madre
               solía decirme de niño: “Todos aquellos que se cruzan en nuestra vida lo hacen

               por una razón. Madurar es darnos cuenta de que tenemos que descubrir esa
               razón, para invitarlos a quedarse o aprender a dejarlos ir”. Y aunque no
               encontraba mucho sentido a esas palabras, no podía dejar de pensar que el
               encuentro entre Anjana y yo encerraba un significado más profundo que la mera
               casualidad.


               Y pues nada, al final logré hacerla entrar en razón de que lo mejor era reunir la
               mayor cantidad de información posible; ella en su reino y yo en el bosque, antes
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