Page 107 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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… para que la princesa Anjana viva “feliz para siempre” deberá entregar el
               corazón del ser que más ame a las llamas que nunca cesan, se alimentan del
               miedo y yacen ocultas en el Reino de la Imaginación Olvidada; de lo contrario,

               el suyo se marchitará y, peor que la muerte, tendrá una vida llena de desdicha y
               amargura.





               Nadie en palacio atinaba a darle alguna pista de lo que eso significaba. Su
               madre había enviado cartas a otras brujas y hechiceros que, a cambio de
               regalos, creyó que podrían ayudar a desentrañar las palabras del mago, pero

               nadie respondió a sus peticiones.

               Emisario, quien cada año se presentaba con un retrato cada vez más grande del
               Príncipe Azul, respondía a los angustiados reyes: “No se preocupen por cosas

               tan simples como ésas, sus majestades. En Muy Lejano, el Príncipe Encantador
               y su hijo, el Príncipe Azul, están preparándose para encargarse de todo, como
               siempre ha pasado en nuestro mundo. Más bien ustedes deberían ocuparse de
               que la princesa Anjana luzca más como una bella princesa”.


               A la reina esos comentarios la sacaban de sus casillas y no era extraño verla
               estrellar objetos contra las paredes o romper copas durante la cena cuando
               Emisario estaba de visita en palacio.


               Las indagaciones que Anjana hacía en palacio se complementaban con los
               rumores del bosque. El anciano elfo, quien me dio la primera información, no
               accedió a compartirme nada más, salvo que yo le llevara otra esmeralda de
               Realeza —como si éstas crecieran en los árboles—. Después de que le confesé el
               verdadero precio de la averiguación, una vez que supuse que ya no había
               secretos entre nosotros, Anjana me pidió que le ofreciera el inmenso ópalo de su
               collar, pero el elfo lo despreció argumentando que las piedras de las princesas
               eran menos valiosas que las de los príncipes. Nunca más quise tratar con él y le
               dije a Anjana que se había mudado y desconocía su paradero. Un ser con tales
               ideas no merecía, por más conocimiento que tuviera, nuestra atención, y además
               era tan improbable conseguir otra gema de un príncipe o un rey, como cambiar
               la cerrada mentalidad de un elfo machista.


               El hechizo de Rigardo era un acertijo, ya que, aunque podía leerse como una
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