Page 41 - Princesa a la deriva
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con los brazos. El aya, preocupada, la observaba. La niña alcanzó a llegar hasta

               una cruceta y se sentó sobre ella, con las piernas colgadas hacia abajo. Sacó el
               catalejo y observó el horizonte. La bruma le impedía ver con claridad.

               —¿Ves algo? —le gritó el aya.


               —No estoy segura.


               —Fíjate bien, no sea que tu imaginación nos traicione.


               —No te preocupes; todavía tenemos algo de comida y agua. Podrías pescar —
               dijo Milá mientras amarraba las telas al mástil.


               —¿Yo? Nunca lo he hecho.


               —No ha de ser tan difícil. Los piratas solo aventaban una red, y al sacarla del
               agua, estaba llena de peces.
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