Page 108 - Un abuelo inesperado
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has caído de la cama?


               –Casi. ¿Y tú?


               –Era una forma de hablar. Y baja la voz, que tu abuela sigue acostada.


               «Se lo digo o no se lo digo», pensé. Pero no se lo dije. Pregunté:


               –¿Qué estás escribiendo?


               Mi abuelo dejó de escribir, levantó la cabeza y me miró.


               –Tienes una legaña aquí –me dijo tocándose su ojo derecho–. No, en ese no; en
               el otro. Ahí. Así que quieres saberlo. Parece que no leíste suficiente ayer.

               –Yo...


               –No pasa nada, hijo. No debería haberte prohibido leer el cuaderno. Ni este ni
               ninguno de los otros. Para mi nieto no tendría que haber secretos.


               Se calló, cerró la boca. Sus labios formaron solo una línea horizontal. Como
               trazada con una regla. Ni curva ni quebrada: horizontal. Parecía estar pensando
               algo. Quién sabe qué.


               –Escribo sobre el cometa Halley –dijo apoyando la espalda en el respaldo de la
               silla, que crujió ligeramente.


               –¿En serio?


               –Nunca bromeo cuando hablo de astronomía. ¿Sabías que se desplaza en una
               órbita elíptica alrededor del Sol? ¿Y que tarda entre 74 y 79 años en
               completarla?


               –¿Quién?


               –El cometa Halley. Lo descubrió un astrónomo inglés, Edmond Halley. Por eso
               el cometa se llama así y no cometa Stevenson o Dickens o Salgari. Es el único
               de los cometas de período corto que se pueden ver desde la Tierra.


               –¿Con un telescopio?
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