Page 37 - Un poco de dolor no daña a nadie
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—Soy todo lo que quieras, menos una chismosa. Tira esa basura allá afuera y
luego ve; te está esperando.
Enseguida Chayo entró al sanitario.
Kevin salió a la calle a tirar la bolsa en un contenedor; en ese lapso dudó algunos
segundos si subir al tapanco o mejor quedarse abajo y esperar la hora de partir.
Sin embargo, pensó que lo mejor era obedecer, dejarla contenta y marcharse con
su dinero completo.
Encendió el foco. Nervioso, ascendió por los escalones y alcanzó a observar que
la luz que emitía el foco temblaba.
—¿Doña Chole? —inquirió.
Miró hacia el fondo y apenas distinguió las sombras de los maniquíes de todos
tamaños, que parecían conversar en voz baja entre sí. Miró a Clara Luz y le
acarició la cara con ternura.
—Hermosa —musitó.
Escuchó pasos y, con mayor confianza, caminó hacia allá.
—¡Doña Chole, aquí estoy!
Al llegar al fondo la luz tembló y se apagó. La oscuridad era casi impenetrable.
—¡No apaguen el foco! —gritó.
Nadie respondió.
—Uf… ¡qué lata!
Algo, alguien avanzaba hacia él, atravesando la negrura. Llevaba el brazo de un
maniquí apretado entre los puños. El brazo de Ricardito.
En ese instante oyó una voz dulce y cristalina que brotaba desde la oscuridad:
—Kevin.
Volteó y alcanzó a ver un destello en los ojos de Clara Luz, que lo miraba