Page 42 - Un poco de dolor no daña a nadie
P. 42
LA BESTIA
RUBÉN echó un vistazo al reloj por tercera ocasión y después dirigió la mirada
hacia la casona antigua que apenas si se sostenía en pie, como si fuera una
anciana con artritis, en medio de dos lotes baldíos llenos de hierba.
—Uf, cómo se tarda.
Volteó hacia sus compañeros de escuela y les dijo:
—Aguanten. Ya mero se va.
Rocío movía la cabeza de un lado a otro, buscando en qué fijar la atención.
Guille jugaba Tetris en su teléfono celular y Sergio no despegaba la vista de la
puerta, impaciente por verla abrirse.
Rubén los había reunido para vivir una experiencia singular. Fue convidando a
cada uno con cierta discreción, después de excitar su curiosidad. Ahora los
cuatro estaban reunidos ahí, en esa banca del arruinado parque público, listos
para entrar en acción.
—Por cierto, tú estás pendiente todavía —le dijo a Sergio.
—Aquí traigo lo que falta, pero primero quiero estar seguro de que es verdad lo
que dijiste.
—Claro que es verdad. Ahorita lo podrás comprobar con tus propios ojos.
—Dando y dando, pajarito volando.
Rubén sacudió la cabeza, un tanto molesto, y exclamó:
—Te pasas, mano.
—Negocios son negocios.