Page 32 - Un poco de dolor no daña a nadie
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—Agarra bien al bebé, no lo vayas a lastimar —le indicó mientras él descendía

               por la escalera.





               Aquella noche se demoró mucho en conciliar el sueño. Daba vueltas y vueltas y
               no podía dormir. Mientras miraba al techo, del que colgaban algunas hojuelas de
               pintura que estaban a punto de caerse y gruesas telarañas, la niña Clara Luz no se
               apartaba de sus pensamientos. Empezó a hablar a solas, en voz baja:


               “Pero si solamente es un maniquí.”


               Y él mismo trataba de darse una respuesta.


               “Sí, pero es muy bonita.”


               “No tiene vida.”


               “No importa. Me encantaría conocer a una niña como ella.”


               “Nunca conocerás a una niña como ella; mírate en el espejo.”

               Se tocó el lunar con detenimiento y, resignado, admitió: “Tienes razón.”


               “Pero está Britney Guadalupe. Ella posiblemente sí te haga caso. O Nictehá.”


               Un grito cascado procedente de la otra habitación rasgó el aire nocturno:


               —¡Ya cállate de una buena vez y duérmete!






               Los siguientes días realizó sus tareas con esmero y cuidado para que doña Chole
               quedara satisfecha. Cuando recibió sus 400 pesos por la semana de trabajo le fue
               difícil disimular su alegría: dinero suficiente para llevar a Britney al cine, para
               invitarle un helado doble de chocochip y regalarle una flor de las que venden en
               las esquinas. Tal vez se rendiría ante tales atenciones.


               El domingo por la mañana la vio saliendo de la iglesia y, venciendo su timidez,
               la abordó. Como pudo, tartamudeando, la invitó. Sin dudarlo, ella lo rechazó
               tajantemente. Se quedó parado debajo de un árbol que al verlo tan triste casi
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