Page 31 - Un poco de dolor no daña a nadie
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que ya no estaba solo.
—¿Quién te dio permiso de tocarla?
Un estremecimiento lo sacudió. Volvió la cabeza; con los brazos en jarras,
Chayo lo miraba molesta. Kevin dio un salto y se alejó.
—Este es mi territorio. Y aunque no lo creas, Clara Luz es mi niña.
—¿Su qué?, ¿su niña?
Chayo quiso convertirlo en un puñado de polvo con la mirada. Kevin entendió.
—Está bien, está bien. Solo estaba mirando de qué estaba hecha. Además, doña
Chole me mandó por dos, ese bebé y uno de seis años, más o menos.
—¿Ella te mandó?
—Sí.
Su voz se suavizó.
—Está bien, pero avísame. No me gusta que los maltraten. Ellos saben hacer
bien su trabajo, pero yo soy quien los conoce mejor —y agregó, orgullosa—:
Son mi familia.
Pensó que a aquella robusta mujer se le había aflojado un tornillo de la cabeza.
Chayo se mojó un dedo con saliva y se lo pasó por el cabello negro al maniquí,
al tiempo que decía:
—No te despeines, niña —él se le quedó mirando, extrañado—. Eres la más
bonita de todas. Por esos las demás te tienen envidia. Y si no te hablan, no les
hagas caso —lo miró. Kevin tenía una boba expresión de sorpresa. Ella expuso
—: ¿Por qué crees que Clara Luz está tan bonita? Tiene las mejillas rositas,
rositas. Porque no dejo que el sol las coloree demasiado. Quiero que tengas
mucho cuidado y no dejes que pase más de una semana en el aparador. Hay que
meterla para que el sol no le estropee la piel, ¿entendiste?
—Sí, señora.