Page 88 - El sol de los venados
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donde, según Timoteo, el campesino que administra la finca, se oye de vez en
cuando el llanto de una mujer. Los árboles y los matorrales oscurecían el lugar y
yo pensé que era un buen sitio para llorar.
–¿Por qué llorará la mujer de la que habla Timoteo? –pregunté a la mamá de
Ismael.
–De pena, Jana –me respondió con voz temblorosa.
–¿Por qué de pena? –insistí.
Ismael me lanzó una mirada fulminante.
–Porque dicen que perdió al hombre que amaba –me contestó ella.
Comprendí entonces por qué había metido la pata.
Antes de regresar a nuestro pueblo, nos sentamos en el patio a ver el atardecer, y
el cielo, como si supiera que tenía espectadores, se lució con sus rojos y sus
amarillos fuego, se incendió como nunca. Yo sólo deseaba que mamá estuviera
mirándolo desde la ventana.