Page 90 - El sol de los venados
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–¿Por qué?
–Parece que tuvieras siete años.
–Tengo diez, y cuando entre al colegio, tendré once y habré crecido.
–¿Crecido? –dijo Ismael muerto de la risa.
Estaba tan furiosa que no podía ni hablar y, para colmo de males, sentí que iba a
ponerme a llorar.
–Perdóname, Janita...
–¡No me llames Janita!
Ismael no dijo nada. Sacó lentamente de su bolsillo una foto que puso en mis
manos. Allí estábamos su mamá y yo contemplando el verdor de la finca.
–¿Cuándo la tomaste?
Se alzó de hombros y no contestó.