Page 94 - El sol de los venados
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Y así, sin más ni más, me puse contenta, y cuando días después mamá regresó a
casa, a duras penas podía alejarme de la cuna del bebé.
Un día que José quería jugar con ella como si fuera un muñeco, mamá lo apartó
y José, llorando repetía:
–Quiero Monona, quiero Monona.
Y así empezamos a llamarla. Monona tiene el cabello castaño claro, la piel
blanca y una mancha rosada en la frente, que cuando llora se le pone roja. Mamá
dice que con el tiempo se le borrará. Es un bebé precioso. Tiene los ojos y la
boca de mamá. Papá dice que Monona es el retrato de mamá.
A papá se le ve cansado. Cuando llega del trabajo, lee el periódico, come y se
acuesta enseguida, y habla mucho con mamá, en voz baja. Seguro que es para
que nosotros no escuchemos, pero nuestra casa es tan pequeña que a veces en la
noche, cuando tardo en dormirme, oigo cosas que me angustian. Don Samuel va
a subir el alquiler y papá tiene muy poco dinero y no sabe qué va a hacer, y yo
me tapo los oídos porque tengo miedo.
Pacheco vino el domingo y le trajo flores a mamá y un oso de peluche a
Monona. A nosotros nos dio monedas como siempre y corrimos a comprar
bombones y barquillos.
Por la noche, Pacheco y papá se tomaron unas cervezas y la abuela nos dijo que
los dejáramos tranquilos porque estaban hablando de negocios. Cuando Pacheco
se fue, papá parecía muy contento. Yo sabía que Pacheco iba a prestarle dinero.
Ya lo había hecho otras veces. La abuela dice que Pacheco tiene un corazón de