Page 37 - Sentido contrario en la selva
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alejado de la tecnología tantos días.
Cuando llegamos a las cabañas estaba oscureciendo. Aterrizamos con los
últimos minutos de luz, y aunque Pedro no había dicho nada al respecto, yo sabía
que la pista en la selva, por supuesto, no tenía iluminación. Salimos tarde de
Comitán, jugué un montón de maquinitas y cuando se me acabaron las monedas
fui a la farmacia pero no estaban ni la encargada ni Pedro. Me senté en el escalón
al frente de la tienda a esperar. Un buen rato. Hasta que llegó Pedro, caminando
de prisa y apurándome para llegar a la pista de Comitán. Anduvo callado, pero
con una sonrisa extraña.
—¡Qué pues, huerco! ¿Te gustó el paseo?, ¿no? —preguntó cuando Filo hubo
levantado el vuelo.
Claro que me gustó el paseo, le contesté a Teresita, que me recibió con ojos
llenos de preocupación y alivio. Se formó un gran alboroto con las cajas y
paquetes que habíamos traído y eso ayudó a que ella contuviera sus impulsos de
mamá gallina. Por suerte. Hay que reconocérselo.
Carmita recibía las provisiones con mala cara. Rosalina tenía todos los picos
erizados.
—¿Qué tiene? —pregunté sorprendido. Siempre había visto a Rosalina con un
comportamiento de gatito cariñoso.
—Rosalina no gusta ese Pedro del fierro que vuela —decretó Carmita e hizo
como que escupía en el suelo.