Page 132 - Diario de guerra del coronel Mejía
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—Estoy seguro que sí. No hay otra forma de que yo la proteja para siempre.
—¡Ah, qué muchachos! —dijo el padre, sonriente—. Pues mira, ¿por qué no
vienen los dos un día a platicar conmigo y vemos qué se puede hacer?
Naturalmente, el padre no pretendía otra cosa sino hablar con ambos y
convencerlos de que lo que pretendían era una locura. Pero no tuvo necesidad de
ello, para infortunio del Coronel, por lo que pasó al día siguiente.
El lunes, en el recreo, el Coronel no pudo acercarse a Sofi Fuentes y hablarle de
los muchos peligros del mundo, algunos con forma de pirata, otros con forma de
osos con sombrero, otros con forma de soldados enemigos. No tuvo oportunidad
de decirle que necesitaba a alguien que la protegiera para siempre de todo
aquello. Y es que, desde que sonó la campana, vio cómo Sofi Fuentes abrazaba a
Orrantia en el patio. Y no una vez, sino varias; prácticamente caminaban
abrazados a todos lados. El coraje salió a flote enseguida. Estuvo tratando de
acallar eso que sentía en el corazón y que era como una puñalada feroz de un
soldado enemigo, pero no podía. No podía porque luchar contra algo que no se
ve y sólo se siente es más terrible que estar completamente rodeado por rabiosos
adversarios.
Luego, en la tarde, ya en la vecindad, el Coronel se asomó al patio desde la
ventana de la cocina. Lo que vio acabó por destrozarle el corazón. Cuando
volvió a la casa, me lo comunicó.
—Cabo Ipana, le tengo una mala noticia. He descubierto que la enfermera Sofi
Fuentes es una traidora a la patria.
—¿Está usted seguro, Coronel?
—Segurísimo. Descubrí algo hoy en la escuela. El segundo apellido de la
enfermera es Mazotti, y es un apellido italiano.
Desde luego que el Coronel esto ya lo sabía. Lo sabía desde el primer grado,
cuando conoció a Sofi Fuentes y pensó que sus ojos azules eran más bonitos que
todo el mar de Acapulco y Veracruz juntos, que eran los únicos mares que
conocía el Coronel. El Coronel sabía que Sofi Fuentes Mazotti era mitad italiana
y mitad mexicana desde siempre. Pero hay que ver las cosas que es capaz de
hacer un coronel cuando siente calientito el corazón. Y de las que es capaz
cuando, de repente, lo siente frío y duro como una piedra.