Page 131 - Diario de guerra del coronel Mejía
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Lunes 3 de agosto de 1942






               Hoy es un día muy triste. Descubrimos un traidor en nuestras filas. Y
               lamentablemente se trataba de la enfermera Sofi. Fue algo muy doloroso pero no
               tuve alternativa. Si hubiera optado por cualquier otra decisión, la tropa hubiera
               podido pensar que tiene un líder débil y todo el respeto ganado se habría venido
               abajo. A las cinco cuarenta y siete de la tarde, según dato del cabo Ipana,
               fusilamos a la enfermera Fuentes. Que su muerte sirva como ejemplo para los
               demás y como escarmiento para todos aquellos que estén tramando alguna

               traición.





               El domingo 2 de agosto el Coronel se despertó con el sabor del miedo entre los
               labios. Era la primera vez que soñaba con un pirata de largos bucles negros al
               que le faltaba una mano. Era terrorífica su mirada e imposible no sentir miedo si
               te veía de frente. Según el Coronel, era como enfrentar al mal personificado. Y

               su primer pensamiento fue para Sofi Fuentes; pensó que la única manera de
               evitar que algún mal como ése lastimara algún día a Sofi Fuentes era
               protegiéndola por siempre. Y no sólo como enfermera sino también como algo
               más.


               Así pues, al salir de misa ese domingo, pidió permiso a su mamá para acercarse
               a hablar con el padre Héctor. Y la Generala no sólo no se opuso, sino que le
               encargó averiguar qué día empezarían las clases de catecismo para poder
               inscribirlo. El Coronel dijo que sí, pero lo que en realidad quería era que el padre
               accediera a una petición suya, una más importante; pero eso, desde luego, no se
               lo dijo a su madre.


               —¡Pero si están muy chicos, Poncho! —fue lo que adujo el sacerdote a la
               petición de mi Coronel.


               —No importa. Estoy decidido.


               —¿Y ella? ¿Ella quiere lo mismo?
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