Page 160 - Diario de guerra del coronel Mejía
P. 160
—¿Tuvo usted muchas bajas, Coronel? ¿O por qué esa cara?
El Coronel los miró a todos antes de hablar:
—Es que me di cuenta de una cosa, tío.
—¿Qué cosa? Hable, Coronel.
—Que no me gusta la guerra, almirante.
El tío Salomón dio una gran probada a su copa de vino y exclamó:
—¡Pero si a nadie le gusta la guerra, Coronel! ¡A nadie!
—¿Ni a los militares? —cuestionó el Coronel.
—Bueno. Nunca falta el loco soldado al que se le cuecen las habas por salir a
disparar cañones, es cierto. Pero en general a nadie le gusta vivir una guerra. Ni
a los militares. La gente se odia por tonterías y al final siempre hay mucha
muerte y mucho dolor en las guerras.
—Entonces… —se atrevió a decir el Coronel—, ¿está bien si no soy soldado?,
¿ni ahora ni de grande?
El almirante sonrió ampliamente.
—¡Pero por supuesto que está bien! El mundo estaría mucho mejor si hubiera
menos soldados y más payasos. Ahora, basta de discursos, que este mole
poblano se ve delicioso.
El Coronel miró al tío Manolo. Y éste, para variar, supo mejor que nadie lo que
pasaba por la mente del Coronel. Por eso le hizo un gesto de aprobación.
El Coronel, entonces, se levantó de la mesa.
—Papá —le dijo al señor Mejía—, ¿me acompañas a un lado?
—¡Qué lado ni qué ocho cuartos! —refunfuñó él—. Estamos festejando,
escuincle.
Pero había que ver en los ojos del Coronel, que ya no era el mismo de antes. Y