Page 46 - El hotel
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Tuve que sacudirle y traerle a la realidad.
–Mira el maletín, su forma de observar la casa con codicia y los apuntes que
hace sobre las cosas del hotel. Lleva guantes para no dejar huella y poder
garrapiñar, ¿comprendes ahora?
Le miré de una manera muy profesional. Levanté las cejas y esperé
pacientemente a que él solito lo dedujera. Y lo hizo:
–¡Un ladrón! –susurró arrebolándose de excitación.
–Un ladrón de guantes blancos –asentí.
Tras el descubrimiento, estuvimos un rato en silencio. Ahora nos caía un poco
más simpático aquel señor que, al fin y al cabo, tenía un oficio muy aventurero,
aunque fuese poco honrado. Le empezamos a mirar de otra manera. Pero
entonces llegó el domingo y volvimos a cogerle bastante tirria. Tú también se la
habrías cogido.