Page 89 - El hotel
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–¿Y...?
–Que no lo pienso modificar aunque me hagan la pelota.
–¡Pero, alma de cántaro –exclamó el abuelo levantando ambas manos y los ojos
al cielo–, si esto no tiene nada que ver con el informe! Lo hacemos porque
queremos.
–Porque nos cae simpático –dijo alguien, exagerando un poco.
–¿Les caigo simpático? –preguntó pasmado el pobre señor X.
–¡De maravilla! –exclamó Rosa, que enseguida se entusiasma.
Y todos mentimos un poco.
–¡Oh, realmente bien!
–¡Fantástico!
–Es el que mejor nos cae de todos –afirmó en un arrebato el tío Manolo.
–Tampoco hay que ezagerah, que parece uzté andalú –le reprendió el forense.
–Bueno, los canadienses nos caen mejor –se corrigió Manolo.
–Me recuerdas a mi nieto –dijo mamá Leo sonriendo con dulzura.
–¿Pero tiene usted nietos, doña Leonor? –preguntó la tía Juanita, sorprendida.
–Qué va.
–¡¿Entonces qué?! –gritó el abuelo con su voz de domador, y todos nos callamos
intimidados–. ¿Vas a venir a comer o no?
–¡Bueno! –dijo el señor X.
Y después, erre que erre: