Page 16 - Puerto Libre. Historias de migrantes
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radical.


               Y dado que llorar es algo que ella no hace, yo no podía quedarme atrás. ¿Cuándo
               se ha visto que una hermana mayor de casi ocho años suelte la lágrima mientras
               su hermana menor la contempla con ojos reprobatorios? Nunca. Soy lista, pero

               también muy apegada a las costumbres, así que no iba a ser yo la que empezara
               esa innoble tradición.

               Así que, cuando vimos irse a mi papá, lo despedimos con una sonrisa. Cuando se

               nos murió el perro, lo enterramos con toda pompa y circunstancia. Si nos
               caíamos, nos sobábamos con saliva. Si nos regañaban, buscábamos un sitio
               apartado donde poder reírnos después. Si nos querían aventar un chanclazo,
               encontrábamos una trinchera.


               Se llama Mi Hermana, aunque hay gente que suele decirle por su verdadero
               nombre, Angélica. Además de estar loca es mi mejor amiga, y quizá se debe a
               que los genes de mi familia impiden el nacimiento de hijas más o menos
               normales. Como contra la genética no hay mucho que hacer, las dos hemos
               aceptado nuestro destino y somos cómplices en básicamente todo. Sobre todo en
               las cosas más idiotas. Como haber perseguido a un señor en bicicleta todos los
               lunes y los viernes de un año completo.
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