Page 18 - Puerto Libre. Historias de migrantes
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Cada vez que llegaba carta de mi papá, las dos corríamos detrás del cartero para
               darle las gracias. La primera vez lo hicimos porque somos muy tontas pero
               también muy propensas a ponernos de buen humor, y recibir la primera carta de
               un papá que se fue a Estados Unidos es una de las cosas que mayor felicidad

               pueden provocar en esta vida. Las siguientes corretizas se debieron a que al
               señor cartero le caímos tan en gracia que le dio por llevar dulces en el bolsillo de
               la camisa.


               La rutina consistía en que él tocaba el silbato en nuestro honor, deslizaba la carta
               por debajo de la puerta y Mi Hermana y yo salíamos hechas unas locas a
               perseguirlo, mientras él le daba la vuelta a la manzana muerto de risa. Luego
               volvía a detenerse en mi casa y sacaba algunos dulces (de distinto tipo cada vez),
               que nos regalaba antes de retomar el reparto.


               Aquello era la felicidad extrema: juego, dulces y, sobre todo, noticias de mi
               papá. Todo junto en los mismos tres minutos.


               A veces, hasta parecía que todo estaba bien.
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