Page 265 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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CONSPIRACION  CONTRA  ALEJANDRO                261

      ascendía  a  muchos  miles  de  talentos,  podían  arrastrarle  fácilmente  a  medidas
      extremas y  desesperadas;  aunque  personalmente  no  hubiese  tomado  parte  directa
      en  la  traición  de  su  hijo,  no  era  posible  seguir  confiando  en  él,  después  de  la
      ejecución  de  éste.  Se  hallaba  en  Ecbatana,  a  treinta  o  cuarenta  días  de  marcha;
      si se sublevaba a  tan  gran  distancia,  podía  llegar a  crear una  situación  muy  com­
      prometida.  En  circunstancias  tales,  el  rey  no  podía  hacer  uso  de  su  derecho  de
      indulto,  ni  podía  tampoco  aventurar  el  paso  de  hacer  detener  al  general  abierta­
      mente  y  en  medio  de  sus  tropas,  tan  afectas  a  él;  Polidamas,  del  círculo  de  los
      hetairos,  fué  enviado  a  Ecbatana  para  que  transmitiera  a  Sitalces,  Ménidas'  y
       Cleandro  la  orden  escrita  y  secreta  del  rey  de  eliminar  por  debajo  de  cuerda
      a  Parmenión.  Cabalgando  sobre  veloces  dromedarios  y  acompañado  por  dos  ára­
      bes, Polidamas llegó a Ecbatana a la duodécima noche; el príncipe tracio y los  dos
       generales  macedonios  cumplieron  rápidamente  el  encargo  recibido  del rey.
          En  Proftasia  proseguían,  mientras  tanto,  las  investigaciones.  Fué  apresado
       también Demetrio,  uno  de  los  siete  oficiales  de  la  guardia,  sospechoso  de  conni­
      vencia  con  Filotas;  le  sustituyó  en  su  puesto  Tolomeo,  hijo  de  Lago.  Los  hijos
       del  tinfeo  Andrómenes  habían  sido  muy  amigos  de  Filotas,  y  Polemón,  el  me­
       nor de  los  hermanos,  que  servía  en  una  de  las  ilas  de  caballería,  habíase  dado  a
       la  fuga,  poseído  de  un  terror  pánico,  tan  pronto  como  llegó  a  sus  oídos  la  no­
       ticia  de  la  detención  de  Filotas,  su  hiparca;  esto  no  hizo  sino  dar  mayor  ve­
       rosimilitud  aún  a  la  especie  de  que  él  y  su  hermano  estaban  comprometidos  en
       la  conspiración.  Amintas,  Simias  y  Atalo,  estrategas  de  los  falangitas  los  tres,
       viéronse envueltos también en el  proceso, y  contra Amintas  especialmente  se  pre­
       sentó  toda una serie  de acusaciones.  Pero su propia  defensa  y la  de  sus  hermanos
       fué tan convincente  que los macedonios le absolvieron de toda  culpa; luego pidió
       que le fuese concedido el  favor de buscar a  su  hermano huido  y traerlo  de  nuevo
       al  campamento;  autorizado  por  el  rey,  partió  el  mismo  día  y  retornó  poco  des­
       pués  con el evadido;  este hecho y la  gloriosa  muerte  que Amintas  encontró  en  el
       campo  de  batalla  a  poco  de  ocurrir  estos  sucesos  disiparon  en  el  rey  la  última
       sospecha  que  pudiera  abrigar  contra  los  hermanos,  a  quienes  de  allí  en  adelante
       colmó  de  honores.
           Un detalle  digno  de  mención  es  que  estas  investigaciones pusieron  de  nuevo
       sobre el tapete la  causa  del lincestio Alejandro,  convicto  de  haber querido  atentar
       contra la  vida  del  rey cuatro  años  antes,  estando  en  el  Asia  Menor,  y  a  quien  a
       raíz  de  los  hechos,  por  orden  expresa  del  rey,  no  se  había  impuesto  más  pena
       que  la  de  prisión,  en  la  que  se  hallaba  desde  entonces.  Sea  o  no  cierto  que  el
       ejército  pidió  su  ejecución,  no  cabe  duda  de  que  el  rey,  en  aquellas  condiciones,
       tenía  que  considerar  necesario  entregar  en  manos  de  los  ejecutores  al  hombre
       que venía  escapando  a  su  justo  castigo  gracias  a  su  parentesco  con  el  regente  del
       reino en Macedonia.  No  está  fuera de lo  probable  que  existiesen  nuevos  motivos
       para  revivir  precisamente  ahora  su  causa;  desgraciadamente,  nuestras  fuentes  no
       dan  ningún  detalle  acerca  de  esto.  Pero  si  Filotas  había  confesado  que  la  fina­
       lidad de la conspiración era asesinar al rey, el primer punto que había que resolver
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