Page 266 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 266

262                REORGANIZACION  DEL  EJERCITO

      de  antemano  era  el  de  quién  debía  ceñir  la  diadema  después  de  la  muerte  de
      Alejandro;  la  persona  con  más  derechos  era  Arrídaio,  hijo  del  rey  Filipo;  pero,
      aunque  mandaba  un  ejército,  a  nadie  podía  ocurrírsele  entregar  el  poder  a  un
      hombre  que  era  casi  un  idiota;  y  menos  aún  poner  la  diadema  sobre  la  frente
      de  personas  completamente  incapaces  de  gobernar  una  monarquía,  como  el
      propio  Parmenión  o  su  hijo  u  otro  cualquiera  de  los  generales  de  Alejandro;  en
      cambio, los  conjurados podían  reputar al  lincestio  tanto  más  adecuado  para  subir
      al  trono  cuanto  que  con  ello  esperarían  tal  vez  ganar  para  su  causa  a  su  suegro
      Antipáter,  a  quien,  indudablemente,  había  que  tratar  con  especiales  considera­
      ciones, por el puesto  que  ocupaba.  Acaso  no  esté  de  más  señalar aquí  que  Anti­
      páter,  tan  pronto  tuvo  noticia  de  lo  ocurrido  en  Proftasia  y  Ecbatana,  dió,  a  lo
      que  parece,  ciertos  pasos  que  habrían  sido  inconcebibles  si  no  hubiese  estado
      comprometido  en  estos  planes  a  que  nos  venimos  refiriendo;  se  dice,  en  efecto,
      que entabló relaciones secretas con los etolios, a quienes Alejandro había ordenado
      castigar  severamente  por  haber  destruido  la  ciudad  de  Oiniade,  amiga  de  1  os
      macedonios;  esta  providencia  no  tuvo,  por  el  momento,  mayores  consecuencias,
      pero  no  pasó  desapercibida  para  el  rey  y  alimentó,  según  se  cree,  sus  recelos  en
      unos  términos que habían  de  dar  sus frutos  a  la  vuelta  de  algunos  años.
          Así  terminó  este  lamentable  episodio;  lamentable  en  verdad,  aun  suponien­
      do  que  la  ejecución  de  Filotas  fuera  justa  y  que  el  asesinato  de  Parmenión
      respondiese,  en  rigor,  a  una  necesidad  política.  Y  lo  ocurrido  no  resulta  más
      plausible  por  el  hecho  de  que,  según  todas  las  tradiciones  concordantes,  Filotas,
      hombre  personalmente  valiente  y  muy  capaz  como  guerrero,  fuese  una  persona
      violenta,  egoísta  y llena  de  perfidia  y  de  que  su  padre  le  hubiese  aconsejado,  de
      ser cierto  este  dato,  que  obrase  con  mayor  prudencia  y  menos  arrogancia;  y  aún
      menos  por  el  hecho  de  que  Parmenión  atrajera  sobre  sí,  repetidas  veces,  en  sus
      actos  de  servicio,  las  censuras  del  rey.  Bien  estaba  que  el  rey  creyera  necesario
      exigir  de  sus  más  altos  jefes  la  obediencia  más  severa  y  empuñar  las  riendas  de
      la  disciplina  con  doble  vigor  en  medio  de  la  guerra;  pero  el  solo  hecho  de  que
      creyera  haber  descubierto  cosas  merecedoras  de  castigo  entre  los  altos  mandos
      y  de  que  considerara  indispensable  castigarlas  era  un  síntoma  harto  dudoso  del
      estado  en que se encontraba  su  ejército  y la  primera  mella  grave  que  se  manifes­
      taba  en el instrumento  de su  poder,  hasta  entonces  tan  sólido  y  coherente  y  que
      constituía la única garantía  de sus éxitos y de su obra.


                           REORGANIZACIÓN  D EL  E JE R C IT O
          No  cabe  duda  de  que  su  energía  y  su  espíritu  expeditivo  sabrían  atajar  los
       efectos  desastrosos  de  estas  medidas  y  volver  a  empuñar  firmemente,  en  poco
       tiempo y de un modo completo, las  riendas de las  agitadas  tropas.  Pero la  ausen­
       cia en  este  ejército  de  hombres  como  Filotas  y  Parmenión  representaba  un  daño
       irreparable y una pérdida  permanente.
   261   262   263   264   265   266   267   268   269   270   271