Page 272 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 272

268                   EL  PASO  DEL  INDUKUCH
      daban  más  próximos  que  el  paso  del  oeste,  más  accesible.  Había  que  suponer
      que  Bessos  le  esperaría  por  éste  y  adoptaría  en  consecuencia  sus  medidas  de­
      fensivas.  Lo  indicado  era  elegir  uno  de  los  pasos  más  cercanos  y  conceder
      al  ejército,  para  compensar  la  fatiga  de  la  ascensión,  un  descanso  más  largo,
      tanto  más  cuanto  que  los  caballos  estaban  muy  agotados  por  las  largas  marchas
      invernales. A esto se añadía otra circunstancia  que abonaba  aquella  decisión:  todo
      lo que el rey veía y escuchaba en el país  de Cabul llevábale a la conclusión de que
      se hallaba a las  puertas  de un  mundo  nuevo, lleno  de  pequeños  y grandes  estados
      y  de  belicosas  tribus  en  las  que  la  noticia  de  la  proximidad  del  conquistador
      provocaría,  indudablemente,  cierta  conmoción  y,  tal  vez,  incluso  medidas  enca­
      minadas  a  bloquearle  el  retorno  por  los  pasos  ante  los  que  ahora  se  encontraba,
      cuando  hubiese  avanzado  hacia  el  norte.  Para  asegurar la  posición  en  que  se  ha­
      llaba  acampado  el  ejército,  se  estableció  allí  mismo  (sobre  poco  más  o  menos,
      en el  sitio  donde ahora  se halla  Begram)  una  ciudad  a  que  se  dió  el  nombre  de
      Alejandría  del  Cáucaso,  dejando  en  ella  una  fuerte  guarnición;  el  persa  Proexes
      fué designado sátrapa  del  país  y el  hetairo Neiloxeno  episcopo.
          Apenas  hubieron  pasado  los  fríos  más  rigurosos  del  invierno,  Alejandro  le-
      ,antó  su  campamento  para  dejar  sentado  en  la  historia  el  primer  ejemplo  de  la
      marcha a través de una cordillera realizada con una audacia tan pasmosa,  que  sólo
      tiene paralelo en las arriesgadas aventuras que más  tarde había  de  coronar Aníbal.
      Las  condiciones  en  que  Alejandro  se veía  obligado  a  realizar  su  marcha  entorpe­
      cían  considerablemente  su  empresa;  la  montaña  hallábase  aún  cubierta  de  nieve,
      el aire  era  frío  y los  caminos  casi  intransitables;  es  cierto  que  los  expedicionarios
      encontraban  a  su paso numerosas aldeas, habitadas  por gentes  pacíficas y  dispues­
      tas  a  entregar  a  las  tropas  cuanto  tenían,  pero  lo  único  que  tenían  eran  sus
      rebaños; las montañas, desnudas de bosques y  cubiertas solamente,  aquí y allá,  de
      terebintáceas,  no  ofrecían  a  las  tropas  leña  para  calentarse;  su  alimento  consistía
      en carne cruda, sin pan, y aderezada solamente con algunas hierbas que crecían en
      los  montes.  Catorce  días  duró  esta  penosísima  marcha  a  través  de  la  montaña;
       a  medida  que  iba  acercándose  el  ejército  a  las  estribaciones  septentrionales,  h a­
       cíase  más  angustiosa la  penuria; los  expedicionarios  encontraron las  tierras  de  los
       Valles  asoladas,  los  caseríos  incendiados,  los  rebaños  alejados  hacia  otros  lugares;
       durante esta etapa, las  tropas hubieron  de  alimentarse  de  hierbas  y  fué  necesario
       sacrificar  las  bestias  de  tiro  que  arrastraban  la  impedimenta.  Por  fin,  al  décimo
       quinto  día,  tras  indecibles  esfuerzos,  terriblemente  castigado  por  el  mal  tiempo
       y  por  el  hambre,  habiendo  perdido  muchos  caballos  y  formando  un  tristísimo
       cortejo,  llegó  el  ejército  a  la  primera  ciudad  de  la  Bactriana,  Drapsaca  o  Adrapsa
       (probablemente la  que hoy es Inderab),  situada todavía  a  un  nivel bastante  alto.
           Alejandro  hallábase  a  las  puertas  de  un  país  muy  distinto  de  aquellos  que
       hasta  entonces había  sometido  con relativa  facilidad.  La  Bactriana  y  la  Sogdiana
       eran  tierras  en  que  había  tenido  su  asiento  una  antiquísima  civilización,  habían
       formado  en  otro  tiempo  un  reino  aparte  y  eran  tal  vez  la  patria  de  Zoroastro  y
       de la  doctrina  que luego se  extendiera por  todo  el  Irán.  Este  país,  sometido  más
   267   268   269   270   271   272   273   274   275   276   277