Page 276 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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272                EXPEDICION  CONTRA  LOS  ESCITAS


      caballos,  para  reponer  las  grandes  pérdidas  sufridas  en  las  altas  montañas  y  en
      la  marcha posterior  hasta  allí.
          Por  eso  resulta  mucho  más  sorprendente  la  noticia  incidental  contenida  en
      nuestras  fuentes  según la  cual Alejandro  convocó  en  Zariaspa  a  los  “hiparcas  del
      país  bactriano”  *  para  una  reunión  que  se  designa  con la  palabra  que  los  griegos
      suelen emplear para  designar las  revistas  anuales  de  fuerzas,  usuales  en  el imperio
      persa.  Sin embargo,  aunque Alejandro  se hubiese limitado  a  convocar  a  los  hipar-
      cas  de  la  Bactriana  para  pasarles  revista  con  el  fin  de  incorporar  sus  huestes  al
      ejército  macedonio,  da  la  coincidencia  de  que,  hasta  entonces,  no  había  hecho
      semejante cosa  en  ninguno  de  los  territorios  de  la  monarquía  persa  ocupados  por
      él.  ¿Acaso  se  proponía  imponer  a  estas  tierras  bañadas  por  el  Oxo  una  relación
      con  su  imperio  distinta  de  la  de  los  otros  territorios,  una  organización  propia  y
      especial?  Más  adelante,  veremos  que  más  tarde  nombró  a  uno  de  los  príncipes
      de la Sogdiana “rey” del país, que tomó por esposa a la hija de otro, que a  otro  de
      estos príncipes —a  quien las  fuentes  dan,  expresamente,  el  nombre  de  hiparca—,
      después  de  obligarlo  a  capitular  en  su  castillo  roquero,  le  respetó  su  ciudadela
      y sus  dominios y que,  por  último,  a  otro  que  se hallaba  en  el  mismo  caso  lo  per­
      donó  también  y  aun  le  abrió  la  perspectiva  de  agrandar  sus  dominios.  Los  nu­
      merosos  señores  de  la  nobleza  que  había  en  este  país,  con  sus  castillos  y  sus
      dominios y  de  que hablan las  fuentes  con el  nombre  de  “hiparcas”  eran,  al  pare­
      cer,  una  especie  de príncipes vasallos,  de  señores  territoriales  sometidos  a  la  sobe­
      ranía del imperio,  como los pehlevanes que reinaban en nombre  del sha.  Existían,
      indudablemente,  los  elementos  para  implantar  una  institución  muy  a  tono  con
      la  situación  especial  de  este  país,  y  es  posible  que  el  nombramiento  de  Artabazo
      se  inspirase  en  este  espíritu.  Pero  más  adelante  tendremos  ocasión  de  volver
      sobre  este problema.

                    EXPED ICIÓ N   CONTRA  LOS  ESCITAS  D EL  JAXARTES
          Su  marcha  hasta  Maracanda  había  dado  a  Alejandro,  indudablemente,  una
      idea  aproximada  de  cuál  era  la  estructura  característica  del  país  transoxiano.  Al
      cruzar el  Oxo en Kelif  camino  de Nautaca  (Karchi),  había  dejado  a  la  izquierda
      el gran desierto,  teniendo a  su  derecha las  estribaciones,  algunas  de  ellas  hasta  de
      3,000  pies  de  altura,  de  una  cordillera  cuya  cumbre  nevada  (el  Hasreti-Sultan)
      divisaría  como  a  diez  millas  al  este  cuando  cruzara  el  paso  de  Karatube  en  una
      etapa  ulterior de  su marcha, la  de Nautaca  a  Sehrisebz,  bordeando  el  río  Kachlca.
      Luego  descendió  al  valle  del  Sogd,  el  Zarafchán,  que  los  griegos  llamaban  Poli-
      meto,  bajando  a  Samarcanda,  ciudad  situada  todavía  a  2,150  pies  ingleses  sobre
      el  nivel  del  mar,  casi  en  el  mismo  meridiano  que  Balch  (Bactra),  que  la  con­
      fluencia  del  Derbent  con  el  Oxo,  a  unos  300  pies  sobre  el  nivel  del  mar,  que
      Sehrisebz,  en  el valle  del Kachka,  y que  aquel  paso  de  Karatube  de  que  hablába­
      mos  hace  poco,  emplazado  a  unos  3,000  pies  de  altura.  El  valle  alto  del  Zaraf-
         *  Véase  nota  12,  al  final.
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